La vida me enseñó que se aprende
más escuchando que hablando.
Que una sonrisa nos hace más atractivos
que cualquier prenda de vestir.
Que el respeto y la educación abren más puertas que el dinero.
Que la actitud nos define, nos acerca o nos aleja de los demás.
La vida me mostró que la paciencia y la perseverancia
son esenciales para alcanzar nuestras metas y
que la honestidad nos brinda una tranquilidad inigualable.
Aprendí que cada persona tiene una historia que contar
y que al escuchar nos enriquecemos con sus experiencias.
Comprendí que el verdadero valor reside en cómo tratamos a los demás y en cómo enfrentamos los desafíos que se presentan.
También, que la humildad nos permite crecer
y que la gratitud transforma nuestra perspectiva,
haciéndonos apreciar cada pequeño detalle de la vida.
Al final entendí que el amor y la bondad,
son los pilares fundamentales de una vida plena y significativa.