viernes, 27 de mayo de 2016

¿Qué preguntas tienes que hacerte para afrontar los momentos difíciles (como el desempleo, familia, amigos...)?


De vez en cuando, todos afrontamos momentos difíciles, estos forman parte del ciclo de la vida. En algunas ocasiones esas dificultades provienen de situaciones que escapan de nuestro control, otras veces son una consecuencia directa de nuestras decisiones.

En ambos casos nuestra respuesta suele ser la misma: nos sumimos en la preocupación. Sin embargo, cuando nos hundimos en las experiencias negativas, pensamos únicamente en la respuesta que debemos dar en ese momento y es como si el resto de nuestra identidad desapareciera. 

Más allá de la situación que debemos afrontar, nos convertimos en nuestro peor obstáculo y nuestra principal fuente de preocupación.


Es evidente que hay muchas situaciones que no podemos cambiar, no tenemos control sobre lo que ya ha ocurrido. No obstante, podemos elegir cómo reaccionamos, podemos determinar el significado que le damos a la situación. De hecho, el principio 90/10 nos indica que “el 10% de la vida está relacionado con lo que nos pasa, y el 90% restante con la forma en que reaccionamos ante ello”.

Si no reflexionamos sobre la importancia de aprender a manejar nuestras emociones, pasaremos toda la vida reaccionando como unos autómatas, dejando que sean las circunstancias quienes dicten nuestro estado de ánimo y, por ende, nuestro bienestar. Por eso, la próxima vez que tengas que afrontar un momento difícil, es conveniente que te hagas una serie de preguntas que te permitirán cambiar tu perspectiva de la situación.

Cuando las circunstancias nos desbordan...

1. ¿Estás respirando? En algunas ocasiones, lo único que puedes hacer es respirar. Cuando el estrés y la angustia son tan grandes que te paralizan, concentrarse en la respiración es el primer paso para reencontrar la serenidad. De hecho, ¿sabías que a través de una respiración acompasada y profunda puedes incidir sobre el sistema nervioso autónomo y hacer que la presión arterial y el latido cardíaco vuelvan a la normalidad? Si te sientes muy estresado, busca 10 minutos al día y respira profundamente.

2. ¿Cómo te sientes? Tomar decisiones, cuando estamos desbordados emocionalmente, no es sabio. Sin embargo, cuando tenemos que enfrentar situaciones difíciles, solemos sumergirnos en el agujero negro de las emociones negativas, y a veces ni siquiera somos conscientes de ello. Por eso, es importante concienciar las emociones. El simple hecho de saber que están ahí ya les resta parte de su impacto negativo y te permite tomar mejores decisiones. 

3. ¿Qué grado de responsabilidad tienes? No se trata de buscar culpables sino de determinar responsabilidades. No es una mera disquisición terminológica sino que implica un profundo cambio de perspectiva. Céntrate en la responsabilidad que te corresponde, de esa forma podrás reducir el desafío y encontrar la parte de la situación sobre la cual puedes incidir realmente.

4. ¿Qué puedes controlar? Una de las mayores fuentes de ansiedad y agobio es pensar que todo depende de nosotros, que tenemos el control. Sin embargo, en realidad muchas cosas escapan de nuestro control, así que cuando te sientas desbordado por las circunstancias, pregúntate qué puedes controlar realmente de la situación que te preocupa. Céntrate en lo que puedes cambiar, por pequeño que sea.

5. ¿Qué cosas no puedes controlar? Se trata de identificar todas las cosas que escapan a nuestro control y aceptar que, por mucho que nos esforcemos, es normal que existe cierto grado de entropía. Toma el tiempo que necesites para evaluar la situación y después, deja ir todas las cosas que te preocupan pero que no puedes controlar. En este sentido, la técnica de visualización “las hojas del río”. Recuerda que preocuparte por cosas que no puedes resolver implica una pérdida de energía considerable que te impide centrarte en lo que realmente puedes solucionar.


6. ¿Qué es lo más importante que puedes hacer inmediatamente? Cuando una situación nos desborda y no sabemos cómo comportarnos, tenemos la tendencia a procrastinar. Sin embargo, mientras procrastinamos, el problema aumenta y las preocupaciones se agigantan. Por eso es tan importante actuar. En este sentido, no importa cuán pequeño sea el paso, basta que lo demos. Pregúntate qué puedes hacer ahora mismo y, sin dilaciones, hazlo. El simple hecho de ser proactivo mejorará tu estado de ánimo y aumentará tu autoconfianza.

7. ¿Cuáles son tus opciones? Ante una situación complicada, es comprensible que las emociones tomen el control y acallen a nuestro lóbulo frontal. Sin embargo, desbordados por las emociones no podemos pensar con claridad y no somos capaces de vislumbrar los posibles caminos. En esa bruma mental, no puede sino crecer la desesperación y el sufrimiento. Por eso, es fundamental preguntarse cuáles son nuestras opciones. Crea una lista de alternativas que puedan arrojar luz sobre las posibles soluciones que tienes a tu alcance.

8. ¿Te estás cuidando? Cuando estamos demasiado preocupados, estresados o agobiados, solemos descuidar nuestra salud física y mental. Dormimos mal, comemos mal y hacemos menos actividad física. Sin embargo, es en esos momentos cuando necesitamos estar al 100% de nuestra capacidad. Por eso, cuando los problemas toquen a tu puerta, asegúrate de que te estás cuidando, sigue una rutina saludable cada día. Recuerda que mente y cuerpo representan una unidad indisoluble y si descuidas uno, es probable que el otro se resienta.



9. ¿Lo que te preocupa, seguirá siendo importante dentro de 5 años? Ensimismados en nuestras preocupaciones actuales, perdemos la perspectiva de futuro. Cuando estamos ahogados en el mar de la desesperanza o el agobio, nos resulta difícil pensar que encontraremos una orilla para ponernos a salvo. Sin embargo, en realidad la mayoría de los problemas que nos preocupan hoy, no serán significativos dentro de 5 años, cuando seamos capaces de poner las cosas en perspectiva. Recuerda que somos especialistas en crear una tormenta en un vaso de agua así que siempre debes preguntarte si lo que te preocupa hoy, seguirá siendo igual de importante en el futuro. 

10. ¿Qué puedes aprender? Cada dificultad viene con una lección. Quizás en un primer momento no la veas pero cuando vaya pasando el tiempo te darás cuenta de que ese problema probablemente te ha servido para convertirte en una persona más resiliente. En vez de lamentarte y preguntarte por qué ha tenido que pasarte justo a ti, intenta centrarte en la enseñanza, en lo que puedes aprender de ese contratiempo.

Recuerda que los desafíos, los cambios y los problemas forman parte de la vida, no podemos evitarlos, pero podemos elegir cómo afrontarlos y qué importancia conferirles.

Fuente: Jennifer Delgado (Rinconpsicologia)
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