Este doctor en Psicología defiende la importancia de un clima familiar positivo en la infancia para la construcción de un adulto y una sociedad sanas
«Detrás de todo adulto dañado hay un niño que no ha disfrutado de una parentalidad positiva», afirma Félix Loizaga, doctor en Psicología por la Universidad de Deusto, para quien la salud global (física y psíquica) de las personas está íntimamente relacionada con el trato recibido en la infancia.
—La parentalidad positiva, ¿es exclusiva de los padres?
—No. Por fortuna, la parentalidad positiva no se limita a los padres, sino que abarca a todos aquellos adultos de referencia del menor, bien sean los abuelos, tíos, primos, profesores o cuidadores principales que te escuchan, te acompañan, te aconsejan y que ayudan a los críos a pensar... Es decir, que es sobre todo social y supera la concepción de familia nuclear y biológica.
—¿Cuál es la influencia de un parentalidad positiva en los hijos?
—Disfrutar de una parentalidad positiva hace que los menores estructuren su mente, su lenguaje, sus relaciones interpersonales y su yo de manera armoniosa y madura, lo cual les ayuda a convertirse en adultos sanos. Los primeros apegos son la base de la construcción de la persona. Cuantos más apegos seguros recibidos de pequeños, mejor salud mental tenemos de mayores. Y por contra, todo lo que está mal elaborado, vuelve a salir al tirar del hilo, según Freud. La memoria emocional reprime, pero no olvida.
—Una buena infancia, ¿es una especie de seguro contra los problemas de comportamiento futuros?
—Los problemas de comportamiento no se dan fácilmente si los padres ponen límites desde el principio... Entendiendo que siempre hay días mejores y otros peores, y que hay niños con un temperamento más complicado de arranque que quizás sí necesitarían padres con una madurez y seguridad mayor. Pero si los padres regulan bien desde el principio, el resultado suele ser bastante bueno.
—En los primeros años —de cero a tres, pongamos—, debe haber cuidados básicos, gestos de cercanía física y de cariño, por ejemplo, mediante los abrazos. Después, de cara a las relaciones emocionales que se generarán luego, contará cada vez más el tiempo de juego compartido. En la medida que crecen, resultará importante la comunicación, las conversaciones que se mantengan con ese niño. Por otra parte, el optimismo es uno de los rasgos claves de la parentalidad positiva, al servir de ejemplo: ayuda a enfrentar con buen ánimo y perseverancia las dificultades, favorece lo positivo que tienen los hijos y ayuda a confiar en nuestras positibilidades como grupo familiar.
—¿Y cuál es la clave en el día a día?
—Hay familias que programan detenidamente la educación, los juegos y el tiempo libre de sus hijos. Algunas casi hasta los temas de conversación que se mantienen. Y esto puede ser efectivo, pero la parentalidad positiva supera lo manifiesto, lo que se ve directamente. La parentalidad positiva es fundamentalmente invisible, y se basa más en la comunicación no verbal y en los gestos que en las propias palabras que emitimos. Querer es más que decir «te quiero», proteger es más que «dar de comer» y acoger no es solo decir «ven». Las emociones que acompañan las palabras marcan el estilo de parentalidad.