La conducta de los niños se apoya en una emoción
Los niños son seres emocionales por excelencia, ya dentro del útero materno inician su vida emocional (como afortunadamente científicos y expertos conocidos se están encargando de divulgar).
Cuando nacen y a lo largo de toda su infancia, captan todo principalmente a través del canal de sus emociones.
Todas estas son situaciones que los niños no saben procesar todavía con su mente; pues, por su corta edad sus habilidades de razonamiento se están formando. En cambio, ¡sí saben procesar emocionalmente!
Por este motivo, os invito a abrir los ojos del corazón ante la conducta de vuestros hijos. Si queremos ayudarles a superar todas las etapas de la infancia con la autoestima alta tenemos que hablar su mismo lenguaje: el de las emociones.
Limitar la conducta pero no la emoción
Cuando un niño muerde, pega o empuja a otro niño actuamos censurando y corrigiendo esta conducta, algo que está bien y además es necesario, pues las conductas dañinas se deben limitar, pero no es suficiente. También es muy importante que averigüemos qué emoción ha originado esta conducta. Y lo más importante: que lo hablemos con él.
“Si muerdes haces daño y no está bien hacer daño a los demás. ¿Qué te ha pasado: te has asustado y por eso has reaccionado así; o te has enfado porque él tiene un juguete que tú también quieres?
Tras nuestra escucha - con el corazón y la observación -, es importante que le indiquemos de qué formas puede actuar la próxima vez que se sienta celoso, enfado, con vergüenza, etc; sin dañar a nada ni a nadie.
Detrás de la conducta de nuestros hijos hay un origen emocional que hemos de esforzarnos en observar y atender. Te proponemos cinco pautas para ayudar a tu hijo a identificar y gestionar sus emociones.
La escucha emocional
La escucha emocional nos ayuda a que el niño se sienta escuchado y comprendido, que conozca los sentimientos que le llevan a actuar de esa manera y sepa de qué forma puede expresar lo que siente.
Así pues no respondamos únicamente a su comportamiento, escuchemos y acojamos también la emoción que la sustenta:
- Describe lo sucedido con “frases espejo”, (sin censurar, reñir, o castigar) ¡veo que le has hecho daño!
- Pregúntale qué le ha pasado, qué ha sentido para actuar así. Ayúdale dándole pistas pues tú conoces más vocabulario y dominas mejor el lenguaje emocional.
- Escucha mirándole a los ojos y reconoce sus sentimientos de forma verbal y no verbal: puedes asentir con la cabeza o decir palabras cortas: vaya, ajá, ya veo, etc.
- Se censura o limita la conducta, nunca las emociones: ya veo te has asustado pero no está bien hacer daño a los demás…
- Muéstrale cómo puede expresar sus emociones, sin dañar a nadie, ni a él mismo, ni a nada. Si te sientes asustado lo puedes expresar con palabras, con un grito. Pero nunca mordiendo”.